lunes, 13 de diciembre de 2010

Gobernar en tiempos revueltos

La actual crisis está pasando factura a los líderes occidentales, que caen en popularidad, sean del signo político que sean.

Cada país del occidente capitalista tiene sus propios problemas. En algunos, como España, los principales problemas son el paro y la desconfianza de los mercados, temerosos de la caída de una economía que durante los últimos doce años se ha basado en la construcción, un gigante con los pies de barro que se ha derrumbado estrepitosamente.

Otros, como Grecia o Irlanda (el llamado hasta ahora Tigre Celta, tan alabado en su día por los conservadores españoles) tienen desbocado el déficit publico y un débil sistema financiero, lo que ha provocado que la UE tenga que salir al rescate para evitar una debacle en toda la Unión.

El caso de Portugal es parecido, pero cuentan con la enorme ventaja de que la oposición Popular apoya al gobierno Socialista para salir de la crisis, en lugar de desacreditar y sembrar dudas sobre la economía del país.

Italia está también en la cuerda floja y su deuda externa está sufriendo los ataques de especuladores que no se fían de su elevado déficit y la opacidad de sus cuentas.
Los gobiernos de Alemania y Reino Unido, ambos de derechas, que ganaron las elecciones con la promesa de una bajada de impuestos, una vez instalados en el poder, los han subido y van a despedir a miles de funcionarios.

Nicolás Sarkozy, también conservador, tras diez huelgas generales, ha tenido que aceptar la dimisión de su gobierno en bloque, en un intento de dar un vuelco a los catastróficos sondeos sobre su popularidad. Mientras esto escribo, oigo por la radio que los mercados están atacando, hoy ya también, la deuda de Bélgica Italia y Francia.

Al otro lado del charco el presidente Obama ha sufrido un serio revés electoral en las pasadas elecciones legislativas en EEUU.

En fin, el panorama es desolador en todo el mundo capitalista. En unos países por unas causas, en otros por otras. En un mundo con un sistema económico tan globalizado como el que vivimos, el contagio de la crisis es imparable y afecta a todos los países, si bien, a cada cual lo ataca por su punto mas débil. Pero queda claro que todos tenemos puntos flacos.

Y es que a veces pensamos que nuestros problemas son los más grandes del mundo, que en cualquier sitio están mejor que aquí y que nuestros gobernantes son los más ineptos del planeta. Claro que hay muchos voceros interesados en que esto parezca así, capaces de hundir el país por tal de alcanzar sus propósitos.

Es muy fácil gobernar cuando el viento sopla a favor, cuando todos los países del entorno crecen y el dinero fluye a raudales de los bancos o de los Fondos Europeos. Lo auténticamente difícil es gobernar en tiempos revueltos.

Joaquín Mesa Carnerero