lunes, 21 de marzo de 2011

Contra contra las desigualdades sanitarias en la UE

No, no es una errata de imprenta, ni un fallo en la redacción del título. Se refiere a los que votan en contra de las medidas contra la desigualdad. La semana pasada se celebraba, con multitud de actos, el Día de la Mujer.

Diferentes grupos, asociaciones y colectivos ponían de relieve la importancia de seguir trabajando por equiparar los derechos de hombres y mujeres. Aunque se ha avanzado mucho desde que hace un siglo se empezó a exigir la igualdad de género, todavía quedan desigualdades de sueldo, ocupación de puestos de responsabilidad tanto en la empresa privada como en la cosa publica, (¿cuando estará este país preparado para tener una presidenta del gobierno?). Pero la lacra mas lacerante es el constante goteo de muertes de mujeres, a manos de hombres que las consideran de su propiedad, con esa concepción machista tan arraigada en un país, en el que hasta hace poco tiempo la mujer no podía tener una cuenta en un banco o un pasaporte sin el permiso de su marido.

También el Parlamento Europeo en Estrasburgo ha querido aprovechar la fecha para aprobar una “resolución contra las desigualdades sanitarias en la Unión Europea”, resolución que fue aprobada a pesar del único voto en contra del Grupo del PP español. El resto de parlamentarios incluidos, los del Grupo Popular Europeo, votó a favor. Incluso los ultraderechistas franceses de Le Pen se han abstenido.

Es sorprendente la capacidad del Partido Popular español para decir una cosa y la contraria o para actuar en contra de lo que pregonan sin el menor escrúpulo.

Durante los ocho años de gobierno del PP, se practicaron en España 500.000 abortos legales; hoy se erigen en antiabortistas a ultranza y en “defensores de la vida”.

No menos paradójico resulta que el Sr. Camps firme un manifiesto contra la corrupción o financie una serie sobre ella. El mismo Sr. que ha entregado la educación sexual en los colegios a la iglesia, que por lo visto sabe mucho del tema.

La concejal de Medio Ambiente y teniente de alcalde del ayuntamiento de Madrid, doña Ana Botella, Sra de Aznar, cuando la capital se cubría con una boina de contaminación que hacía el aire irrespirable, en un intento de eludir su responsabilidad y después de cambiar de sitio los medidores de contaminación buscando buenos aires o de culpar de la contaminación al polvo africano, criticaba a la ministra Rosa Aguilar por “tener un coche oficial grande, de los que contaminan bien”. Hoy sabemos que la Sra. Botella utiliza el coche oficial y los escoltas que pone a su disposición el Ayuntamiento de Madrid hasta para ir a la peluquería.

Lo de esta señora es paradigmático en la defensa de los derechos de la mujer. No quiero pensar que represente el sentir mayoritario de su partido, pero ilustra su sentido de los derechos de la mujer, el comentario que hizo en la presentación de su libro: Cuentos de Navidad. En el acto se despachó con frases como: “la Cenicienta es un ejemplo para nuestra vida por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar” o su comentario sobre las reivindicaciones hechas por Doña Emilia Pardo Bazán a favor de la igualdad de la mujer que, según la Sra. Botella, “hoy no son necesarios”. Sin comentarios. Cuando esta señora abandone la política, se podrá editar un folleto con las perlas dialécticas que ha dejando en las hemerotecas.

Otro ejemplo de la congruencia a la que nos tiene acostumbrados el Partido Popular lo dio en las pasadas elecciones catalanas la candidata a la presidencia de la Generalitat, Alicia Sánchez Camacho quien, a pesar de ser madre soltera por inseminación artificial declaró, sin ruborizarse lo mas mínimo que “un niño necesita un padre y una madre” como argumento para rechazar la adopción por parte de parejas homosexuales.

Si no estuviéramos hablando de cosas tan serias como los derechos e incluso la vida de las personas, cabría pensar que toman el pelo a la gente, que nos toman por tontos. Prefiero pensar que su ansia por llegar al poder les hace no reparar en las tremendas barbaridades y contradicciones en las que incurren.

Joaquín Mesa Carnerero